lunes, 29 de diciembre de 2014

"Aperturar" para "vitrinear"

De mi madre heredé (creo) el gusto por vitrinear. Era casi una tradición que cuando recién mi papá le daba el gasto, nos íbamos a comer a Al Macarone y a vitrinear al centro comercial Montserrat. Seguramente fuimos cambiando de lugar conforme los tiempos cambiaban la moda, pero eso es irrelevante. El hecho es el mismo: éramos amantes de andar viendo la última moda aunque no compráramos nada. 

Años después yo sigo con el mismo hambre de ver. Sin embargo, los años pasan y vagar por los centros comerciales compartiendo mi espacio personal con mundos de gente realmente ya no me hace gracia. Es más, huyo un poco de la idea, pero en meses como diciembre debo retomar mis prácticas milenarias para conseguir regalos o bien, para la compra anual de ropa para mis hijas. 

Por lo regular, voy a los mismos sitios. Este año, fui a tres. Increíblemente, en cada uno encontré diferentes tipos de comprador. Pero hoy quiero hablar de la gente que llega a la Megapaca. 

Les cuento. Mi historia con esta tienda inició hace ya unos ¿8 años? Por ahí, más o menos. Oí susurros que existía una tienda donde se encontraba bonita ropa y no era muy cara. Yo, shute, pobre y con necesidad de vestir bien; no dudé en aventurarme. Fui a una de las primeras tiendas que tuvieron: la de Carabanchel. El paraíso, pensé yo. Encontré buenas cosas y como el bien es expansivo se lo conté a mis amistades más íntimas. (En ese entonces, vestirse de paca todavía era un tabú). Por esa razón, mis amigas y yo le llamamos: La Boutique. En nuestro lenguaje, este nombre quería decir Megapaca. Mi mamá, más enigmática me decía: "¿Esto te lo conseguiste en Paquistán?"

En ese entonces abrían paca los viernes y yo trataba de ir de vez en cuando. A veces sola, a veces con discretas amigas. Nunca olvidaré que un día, al salir del vestidor me encontré con una de las autoridades de una empresa en la que trabajaba. Nos vimos con complicidad, jurándonos con los ojos, silencio eterno. 

Luego, descubrí la del Trébol. Esa me gustó pero no tanto. Aunque, ahora que recuerdo, encontré un pantalón que me salió a Q3. pero allí sí era más difícil encontrar ropa para ir a trabajar. 

Unos pocos años después, me volví casi experta en ese reino. Sucedía que estábamos apretados económicamente y una de las salidas que encontré fue vender ropa. A veces compraba en importadoras. Otras, en la Megapaca "premium". El negocio no era redondo, pero me sacaba de apuros. 

Ahora, por falta de tiempo he dejado de ir. Pero este diciembre volví. Encontré como siempre a gente de todo tipo: 

- Hay gente que como yo en mi días pasados, compra para vender. Se les nota porque llenan canastas de canastas. Además, andan buscando frenéticamente entre los percheros y son agresivas. Con la mirada, intentan decirle a los demás que ellas están revisando ese lado, que no osen acercarse. 

- Hay gente obsesionada. El último día que fui, había una señora que al buscar se colocaba no sé cómo con tal que la que se acercara a ver por ese perchero no podía cruzar el límite que imponía su espalda. Yo, por molestar, crucé su frontera, me adelanté unos pasos  y empecé a ver algunas blusas delante de las que ella iba. No me dijo nada, pero sé que su ánimo se mosqueó cuando saqué arbitrariamente una blusa que ella aún no había visto. Vale decir que 5 metros más allá, dejé la blusa en una canasta sin dueño. 

- Hay gente que no dice nada, pero lanza miradas furtivas. Sobre todo, si están solas en el pasillo y llega alguien a ver a ese mismo lugar. Se hacen las desentendidas, pero en la primera oportunidad ven si la intrusa encontró algo que a ellas les hubiera interesado. Parece que pensaran: ¿no puedes ver en el pasillo de la par?

- Y hay gente que no se hace bolas. De vez en cuando llegan a los vestidores. A esperar la ropa que a los demás no les quedó. Se aprovechan de la preselección y el gusto de quienes se les adelantaron. Como diría el anuncio de Peugeot "No corren los que avanzan". 

Ah y también hay gente que se hace amiga de los empleados para que les pasen los nortes de cuándo van a sacar más ropa. En todas partes se cuecen habas. 

Por cierto, ahora que volví a ir, agradecí que los amables empleados ya no me preguntaran a cada rato si encontré lo que buscaba, que estaban para ayudarme, que si, que si, que si. Aunque siguen ofreciendo cada poco tiempo, recargas electrónicas y diciendo: "Recuerde que este domingo A-PER-TU-RA-MOS..." ¡Por favor, Señor, que alguien les diga a todos de todas las tiendas que aperturar no es un verbo..!

Ahora, son más casuales. Hacen comentarios simpáticos o hasta le suben la autoestima a uno. Así sí.