Leyendas urbanas alimentaban mi pensar. El boxeador Motta Taracena era de aquí. El grupo Branly estacionaba aquí su camión y segurito más de alguno de sus colochos bailarines vivía cerca de mi casa. Manfredy Solís vino a cantar su veintiunico éxito aquí frente al local de la Antony Vill. También corrían los rumores que uno de los Alux era de aquí. Hasta la Baldetti dijo haber sido pobre de la Primero. ¿Cómo no iba a ser popular? Pero, como ya todos habrán discernido, populosa no es igual que popular y tampoco es un elogio.
Durante muchos años no tuve ningún complejo de vivir en la Primero; a pesar que todo mundo me decía iiiiiiiii hasta allá vivís... No tenía, de verdad, ningún problema. Al final de cuentas, era mi colonia. En la que crecí, a la que fui a la escuela (créanme o no, siempre estaré agradecida a la vida por permitirme estudiar en una escuela pública... creo que mucho de lo que soy, se lo debo a eso), en la que jugué escondite a oscuras, en la que aprendí a "cuidarme" cuando regresaba de la U y debía aventurarme en una camioneta a las 10 de la noche. Era mi colonia, donde me somaté contra un poste porque no pude dominar unos $%&# patines. A la que una y otra vez di la vuelta, caminando junto a mi amiga Amalia (Batista), donde aprendí a jugar basket en una cancha que tenía como límites el mercado, el estacionamiento de camionetas y un barranco. La Primero es ese pedazo populoso que siempre recordaré por todo lo que me enseñó.
Pero, a los seis meses de casados, Renato y yo nos fuimos a vivir a un residencial. Una colonia igual de populosa, pero con garita, muro perimetral y agua todo el día. Esos trece años de "destierro" acostumbraron mis ojos y mi ánimo a otros aires. Ahora, que estamos de regreso en la Primero, pues la verdad es que me siento rara. Una inquilina que no reconoce su tierra. Es extraño, la Primero me incomoda.
Cuando vivía en el residencial anterior, no me gustaba decir su nombre: "Residenciales El Quetzal". Quien me oía ponía cara de susto y rapidito me decían (y se persignaban por dentro): ¿vivís en Ciudad Quetzal? No, respondía yo y les daba una gran explicación. Luego, opté por decir que vivía en San Juan Sacatepéquez. Entonces, la respuesta era: ¡qué bonito ha de ser allí!.. Si alguien pedía más detalles de mis coordenadas, le decía que era en la entrada de Carranza, y como igual nadie conocía con eso quedaba satisfecha la curiosidad.
Ahora, cuando me preguntan dónde vivo, me sorprendo a mí misma diciendo sin empacho: En la Primero de Julio. Pese a mi incomodidad con la colonia, no tengo problema en decir que vivo en una zona roja. ¿Extraño no? Esto me ha hecho recordar cómo en mi casa nos reíamos cuando hace muuuchos años, entrevistaron a una señora y ella dijo que vivía en Los Residenciales Primero de Julio...
Pero le he dado vueltas al asunto de la incomodidad. ¿Por qué me cuesta tanto estar en la colonia? La vida es un poquito menos complicada estando aquí. Pero creo que me duele ver cómo ya no es mi colonia, la que conocí y disfruté.
Don Mario, el de la prreiiinsaaa, sigue pasando y ya me empezó a dar fiado porque seguro recordó quiénes son mis papás.
Aún veo al que pasa pegando zapatos y también al señor colocho que reparte ropa del dryclean.
La Antony Vill sigue existiendo.
Palmiro Salas aún arma su curso de fut.
Neto Solares sigue soltero, igual que las patojonas que atienden la Librería Elsy.
La Carolina sigue siendo una tienda bien surtida.
La Mechitas sigue vendiendo en el mercado
Aún se leen algunas pintas que dicen 10 sí, 15 no. Eslogan de una de las protestas por aumento al pasaje.
Cada vez hay más bolitos etílicos, y cada vez son más jóvenes.
Cada vez me doy cuenta de más extorsiones
Cada vez hay más asesinados (y cada vez, más cerca)
En los parques hay parejas besuqueándose, gente transera, mara gruesa.
Es esa colonia que parece la tierra de las tiendas gigantescas, las librerías y las ventas de comidas. Pocos comercios diferentes. Ahora hay un Delyalgo, que vende hamburguesas al 2x1.
Cada vez hay más chuchos callejeros.
Cada vez hay menos agua y más alcalde.
Cada vez, yo me siento menos de aquí y quisiera estar en cualquier allá. Triste, ¿no? Uno debería regresar a sus raíces y querer enterrarse junto a ellas.